Los habitantes de Groenlandia usan al menos unas 50 palabras para significar diferentes tipos de nieve. Así, la nieve puede ser habitual para muchos habitantes del planeta, pero exhuberante y exótica para muchos otros. Por eso, en muchos casos, la nieve es ícono del destino turístico invernal, especialmente en lo que refiere a la práctica de esquí y otros deportes basados en el desplazamiento sobre la nieve.
Cuando las pequeñas gotas de agua y los cristales de hielo que forman las nubes alcanzan cierto tamaño, caen al suelo en forma de precipitaciones. Durante la coalescencia, el viento agita las gotas de agua dentro de la nube de modo tal que éstas se fusionan hasta aumentar de tamaño por lo que empiezan a caer. Cuando el fenómeno se produce a temperaturas próximas al punto de congelación, las gotas se aglutinan en cristales de hielo que se agrandan hasta que el peso los hace caer.
Si el aire sobre el que cae la nieve es muy frío se forman copos secos de nieve en polvo. Si las temperaturas son próximas a los 0 grados centígrados, se producen copos más húmedos y gruesos.
Wilson A. Bentley, dedicó más de cuatro décadas al estudio de los copos de nieve. Al microscopio, observó y fotografió el diseño de los cristales.
Existe una idea popular respecto a que no existen copos de nieve idénticos. Pero esta idea, pese a su atractivo es incorrecta. Aunque difícil, no es imposible que un par de copos de nieve puedan ser visualmente idénticos si sus ambientes son suficientemente similares, esto tanto por proximidad como por mera probabilidad. Por otra parte, la sociedad meteorológica americana (American Meteorological Society) ha divulgado que fueron descubiertos cristales de nieve idénticos por Nancy Knight, del centro nacional para la investigación atmosférica (National Center for Atmospheric Research).
Cuando las gotas de agua helada caen sobre una superficie, a veces se expanden antes de helarse y forman una gruesa capa de hielo. Si la temperatura es inferior a cero, el aire húmero forma un revestimiento granulado que se denomina escarcha. Pero esta no es tan resbalosa ni resbaladiza como el hielo.
El alud se produce cuando una gran masa de nieve rueda por la ladera de una montaña. Puede sepultar personas, automóviles y poblados. Los aludes suelen ocasionarse cuando la nieve cae sobre una capa mojada o helada. También son frecuentes en primavera, cuando la nieve comienza a fundirse. Lo que sucede es que la nieve se vuelve resbaladiza cuando no puede soportar su propio peso. El movimiento se acelera a medida que baja.
Una ola de nieve puede alcanzar velocidades de 240 km/h y arrastrar todo a su paso. Una persona sepultada en una avalancha puede sobrevivir unas horas, por eso, los socorristas trabajan con perros que les permiten localizar rápido a quienes siguen con vida.
La nieve desempeña un rol importante respecto al clima. Cuando el agua se evapora, transporta mucho calor. Luego, cuando esa humedad se condensa dentro de las nubes para formar copos de nieve, libera este calor almacenado y de ese modo calienta el aire. Cuanta más nieve se cristaliza, más calor se libera, lo cual, a su vez, genera viento. Cuando la nieve cae, extrae agua de la atmósfera y, en consecuencia, la seca más. La nieve del suelo refleja la luz del Sol hacia el espacio, lo que contribuye a enfriar el planeta. Por consiguiente, es de vital importancia aprender a estimar correctamente la caída de nieve a escala mundial en simulaciones climáticas computarizadas para poder predecir con exactitud el futuro comportamiento del clima real. Sin embargo, hasta ahora, las mediciones respecto a las precipitaciones níveas, han tenido importantes impresiones, puesto que la estimación precisa presenta algunas dificultades que proceden directamente de la naturaleza del fenómeno.
En línea con ésta necesidad, la NASA financió una serie de 59 proyectos de investigación a través de su actual Misión de Medición de Precipitaciones (Precipitation Measurement Mission, en inglés). Los estudios examinarán los métodos para mejorar las mediciones de lluvia y de nieve desde la órbita de la Tierra.
Por varias razones, resulta muy difícil calcular la cantidad de nevadas mediante un radar. Hacerlo con la lluvia es más fácil porque siempre se trata de simples gotas líquidas. Los ecos de radar que provienen de las nubes de lluvia se pueden convertir en porcentajes de precipitaciones con bastante precisión. Por ejemplo, un radar a bordo del satélite de la Misión de Medición de Lluvias Tropicales (TRMM, por sus siglas en inglés), de la NASA, mide las precipitaciones mensuales con una precisión de aproximadamente el 10%. Pero las mediciones de precipitaciones de agua helada, como la nieve, son mucho más complejas. Las diferencias en tamaño, forma y densidad de cada copo de nieve indican que todas no caerán a la misma velocidad, complicando de este modo los trabajos realizados para estimar los porcentajes de las nevadas. Además, la particular forma de los copos, puede producir ecos confusos para los radares.
Efectivamente, el hielo y la nieve tienen un comportamiento dieléctrico variable (la constante dieléctrica de una sustancia indica la intensidad con que ésta interactuará con la onda de radar) y éste depende la cantidad de hielo y de aire que contiene cada partícula. Mientras que las gotas de lluvia, compuestas simplemente de agua, poseen una constante dieléctrica conocida y fija, en el caso de la la nieve, se conoce la constante dieléctrica del hielo puro y la del aire, pero tanto la cantidad de aire como la de hielo pueden variar considerablemente de un copo de nieve a otro.
Adicionalmente, como los copos de nieve también se escarchan y se funden, es también probable encontrar agua en la superficie.
Sólo en áreas en donde habitualmente se mide la profundidad de la nieve mediante métodos de "sondeo del suelo", es posible obtener estimaciones adecuadas sobre la cantidad de agua que cae en forma de nieve. Sin embargo este tipo de mediciones, son escasas.
La consecuencia evidentemente de este panorama es que las mediciones realizadas respecto a las nevadas son muy inciertas, según explica Walt Petersen, científico atmosférico del Centro Nacional de Ciencia y Tecnología Espacial (NSSTC, por sus siglas en inglés) y de la Universidad de Alabama (UAH), en Huntsville. Tanto los radares con base en tierra como para los radares ubicados en el espacio, tienen las mismas impresiones a la hora de determinar el volumen de las nevadas.
Walt Petersen, es el responsable de uno de los proyectos premiados por la NASA. Entre otros temas, se ocupará de abordar el estudio de las precipitaciones en forma de nieve. Como el mismo señala, es necesario mantener registros del agua en todas sus formas para comprender el clima de la Tierra.